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Cómo volver a tu centro después de la tormenta

Sanar las huellas invisibles que deja el estrés en nuestra vida
Sanar las huellas invisibles que deja el estrés en nuestra vida

Desde hace casi tres meses tuve que dejar de lado mis actividades laborales para ocuparme de un asunto familiar inesperado y prioritario.

Afortunadamente, todo volvió al orden y desde hace una semana he podido sentarme nuevamente a preparar mis cursos y talleres. Es por eso que he estado en silencio en este espacio y hoy quería reflexionar un poco sobre lo sucedido.


Esta experiencia me cayó de golpe y sin aviso. Tuve que cancelar todo lo que tenía previsto en mi trabajo y también en mi casa… y me recordó lo frágil que es la vida y lo poco que realmente la controlamos.


Lo cierto es que la sensación de tener todo bajo control (nuestro entorno, nuestro trabajo, nuestra agenda) nos proporciona seguridad y nos da la ilusión de que llevamos el timón de nuestra vida. Hay quienes son más rígidos con ese control y quienes son más flexibles; sin embargo, todos buscamos ejercerlo de alguna forma. Más aún ante las exigencias incesantes de la vida moderna, en la que debemos estar conectados constantemente y corriendo todo el tiempo para alcanzar lo que se espera de nosotros… y lo que nos exigimos a nosotros mismos.


Pero en la vida, en el momento menos pensado, todo puede cambiar con una simple llamada telefónica a las 10:30 de la noche, en la que tu papá te dice que están yendo de emergencia con tu mami al hospital. Y sí, eso fue lo que me pasó hace casi tres meses. Luego de eso vinieron múltiples idas y venidas al hospital, ingresos al quirófano, complicaciones inesperadas y demás.


Las personas que me conocen saben que no tengo hermanos y que además tengo una relación muy estrecha con mis padres. Verlos tan frágiles me golpeó mucho y me recordó la suerte que tengo de que todavía estén aquí, conmigo. Pero también me hizo entender que ahora, más que nunca, necesitan de mí. Los roles cambiaron, y de alguna manera, ahora soy su cuidadora.


Tengo además dos hijos adolescentes que, aunque son bastante independientes y me ayudan mucho, siguen siendo mi responsabilidad. Dividirme entre las necesidades de mis padres mayores y las de mis hijos jóvenes no ha sido fácil, pues son completamente diferentes.


De más está decir que quedé agotada por completo, pero al mismo tiempo profundamente agradecida con la vida, porque mi mami se recuperó y mi papá recobró su calma y su paz. Pero yo… bueno, yo quedé algo “desarmada”, si se puede decir así.


Mi normalidad fue sacudida fuertemente, y eso es algo que en algún momento de la vida nos pasa a todos, sin excepción.


Ahora bien, hoy quiero hablarles de algo muy importante: ¿Cómo nos recuperamos después de un evento que nos mueve el piso, que nos sacude y nos agota? ¿Cómo volvemos a nuestro centro cuando la tormenta pasa?


Muchas veces, luego de vivir algo así, regresamos a un estado de normalidad “relativa” y seguimos con el corre-corre de la vida, sin detenernos a reflexionar en el efecto que seguramente la experiencia dejó en nosotros: el estrés acumulado, las emociones intensas, el cansancio físico y mental, el aprendizaje escondido detrás de lo vivido.


El autocuidado es fundamental después de una experiencia de esta índole, porque, por así decirlo, cuando lo damos TODO para sostener los cimientos de la casa mientras la tormenta los sacude, al llegar la calma, en nuestro interior todavía quedan secuelas… y no debemos ignorarlas.


Por supuesto, lo primero en lo que todos pensamos es en descansar una vez que todo se ha calmado: recuperar el sueño perdido durante tanto tiempo, alimentarnos bien para fortalecer el sistema inmune. Pero pocas veces nos ocupamos de nuestras emociones más profundas: de la huella que dejaron esos días, del desborde emocional que mantuvimos bajo control mientras estábamos a cargo de todo y de todos.


Aquí es donde las herramientas de autocuidado son importantísimas, porque nos ayudan a limpiar ese espacio de los escombros que quedaron y a canalizar las emociones para que no se queden atrapadas dentro.


Esta última semana, desde que mis padres regresaron a su departamento, he dedicado gran parte de mi tiempo a meditar, hacer yoga, reflexionar sobre mis emociones y escribir. Todas estas herramientas me han traído mucha paz y me han ayudado a reencontrar mi centro.


He tenido la suerte de disponer de tiempo, pero lo cierto es que es importantísimo darse ese tiempo, aunque la corriente de la vida te siga arrastrándo con un trabajo demandante y con obligaciones acumuladas, es fundamental tomar aunque sea un pequeño espacio personal para resetearnos y re-conectarnos, hacer una pausa consciente para el autocuidado.


El autocuidado no es un lujo, es una necesidad. Y lo es aún más después de un período intenso de emociones fuertes y estrés.


No descuides tu bienestar: si tú no te cuidas con consciencia, nadie más lo hará por ti 🌷


¿Te gustaría seguir profundizando en este camino de crecimiento personal y bienestar?


Cada semana comparto reflexiones, herramientas y recursos prácticos en mi blog para ayudarte a cultivar una vida más consciente, plena y alineada con tu esencia.


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