Mi historia con la depresión
- Susana Echeverria
- 8 sept
- 4 Min. de lectura

Cuando tenía 20 años sufrí mi primer episodio de depresión, aunque en ese momento no entendía lo que me estaba pasando, solo sentía una profunda tristeza y había perdido el interés por las cosas que antes me entusiasmaban. Estaba clínicamente deprimida, pero no era consciente de ello.
Un tiempo después me mudé a otro país y el cambio de ambiente alivió un poco mis síntomas, aunque la tristeza persistía, hasta que, más tarde, recaí. Entonces fui diagnosticada y tratada con medicación y psicoterapia. La medicación sí ayudó, pero no me gustaba la idea de depender de ella, y seguía luchando profundamente con el diagnóstico. Ya no lo negaba, pero sentía mucha vergüenza e impotencia.
Unos años después volví a recaer. Esta vez acepté lo que me estaba pasando y busqué tratamiento, pero decidí trabajar solo con psicoterapia. Cuando empecé a sentirme mejor, tomé una decisión clara y determinante: hacer todo lo necesario para NO volver a recaer.
A pesar de que en mi familia hay fuertes antecedentes de depresión, elegí creer que no estaba “condenada” a vivir con medicación toda mi vida, sino que podía desempeñar un papel activo en mi recuperación y hacerla definitiva.
Desde entonces he trabajado activamente en mantenerme sana. No voy a decir que me convertí en una persona feliz y positiva (sé que esa nunca será del todo mi naturaleza), pero sí aprendí a conocer mejor mi mente, a reconocer mi tendencia al pensamiento negativo y a la ansiedad, y a calmarla antes de caer en la espiral oscura de la depresión.
A pesar de grandes retos en mi vida personal y de momentos de profundo dolor —que antes me hubieran llevado directo a la depresión— hoy me enorgullece decir que no he recaído. Mi último episodio fue hace más de 20 años, y ahora sé cómo prevenirlos.
Lo que aprendí en el camino
Sé que cada caso es distinto, pero también sé que todos podemos desempeñar un papel activo en la prevención y recuperación de nuestros desafíos mentales y emocionales. Veo a muchas personas a mi alrededor que sufren de inseguridades incapacitantes, conductas obsesivas, trastornos alimenticios, hábitos autodestructivos (alcohol, fumar, otras adicciones), ansiedad social, preocupación constante o depresión crónica. Lo más preocupante es que muchas veces ni siquiera se dan cuenta de que tienen un problema, o prefieren no verlo.
Otras personas sí son conscientes y recurren a la medicación, lo cual puede ser necesario en ciertos casos. Sin embargo, olvidan que también tienen un rol fundamental en su sanación y lo dejan todo en manos de las pastillas. Hoy en día, el número de personas que toman medicación para depresión, ansiedad o TDAH ha crecido de forma alarmante.
En mi caso, tres pasos marcaron la diferencia:
Reconocí que tenía un problema.
Acepté por completo ese problema, con empatía y humildad.
Decidí tomar un papel activo en mi recuperación y prevención.
La mayoría de las personas no pasa por estas tres etapas. Muchas no se dan cuenta de que algo anda mal, y si lo hacen, no lo aceptan. Y quienes lo aceptan, a menudo no creen que puedan hacer algo al respecto y en el mejor de los casos toman medicación.
Nuestra responsabilidad con la salud mental
Todos tenemos una responsabilidad directa sobre nuestra salud. No somos únicamente víctimas del destino, la genética o la mala suerte. Todos tenemos la capacidad de sanarnos, pero el primer paso es creer que podemos hacerlo.
Si no hacemos nada, nada cambiará. Nadie vivirá nuestra vida por nosotros: somos los arquitectos de nuestra propia existencia.
Una buena manera de empezar a reconocer el estado de tu salud mental es observar las áreas de incomodidad en tu vida, es reconocer patrones repetitivos en tus comportamientos, es observar la calidad de tus relaciones, es permitirte sentir tus emociones, y reflexionar sobre tus creencias más rígidas. Todo esto nos da pistas valiosas sobre el estado de nuestra salud mental.
Poco a poco, podemos volvernos más conscientes del funcionamiento de nuestra mente y trabajar para que se convierta en nuestra aliada en lugar de nuestra enemiga.
Pero, esto requiere de compromiso, un compromiso verdadero con nosotros mismos y con nuestro bienestar.
Así como nos duchamos, nos cepillamos los dientes y nos peinamos el cabello, necesitamos dedicar tiempo a la higiene mental. Al final, la forma en que funciona nuestra psique determina cómo nos relacionamos con los demás, con la comida, con nuestro trabajo y con nuestro propio cuerpo. En otras palabras, determina en gran parte la manera en que vivimos y la calidad de nuestra vida.
Estar mentalmente sano no significa simplemente estar “cuerdo”. Es un concepto mucho más amplio: significa disfrutar de un estado general de bienestar. Nuestra mente es, en gran medida, responsable de ese bienestar.
¡Que tengas una linda semana!
Susana 🌷
¿Te gustaría seguir profundizando en este camino de crecimiento personal y bienestar?
Cada semana comparto reflexiones, herramientas y recursos prácticos en mi blog para ayudarte a cultivar una vida más consciente, plena y alineada con tu esencia.
🌀 Suscríbete a mi newsletter para recibir directamente en tu correo:
Las nuevas publicaciones del blog
Ejercicios y prácticas para tu bienestar
Novedades, talleres y contenido exclusivo
👉Suscríbete aquí Es gratuito, y puedes darte de baja en cualquier momento.
Gracias por estar aquí. Que tu camino hacia una vida plena sea siempre guiado por el amor, la coherencia y la consciencia.

Comentarios